Este artista, que nació en Cuba y reside en Madrid desde hace varias décadas, celebró, con una conferencia sobre su obra, sus cuarenta años de vida artística junto a galeristas, amigos y críticos. A lo largo de su charla, en la Galería Cruces, habló de sus piezas, de los cambios en su discurso creativo y de las principales muestras de su obra en New York, París y Madrid, entre otras importantes ciudades de todo el mundo.
Módulo 3x2, 1.4.5.7., 90 rectángulo
verde, izda. (Waldo Balart)
Balart hizo sus primeras exposiciones en New York, cuando el expresionismo abstracto estaba en su apogeo. Lejos de este movimiento, el pintor crea un estilo propio e incursiona en el universo de los colores planos y los volúmenes geométricos.
A finales del año pasado pudimos ver, en la Galería Edurne, su más reciente obra pictórica que continúa su línea artística sobre la abstracción geométrica en la que utiliza el color como eje de sus piezas, sólo que, en esta oportunidad, los colores no son los tradicionales, sino los fluorescentes, directamente ligados a las nuevas generaciones y usados como signo de deslumbramiento y brillantez; símbolos cósmicos vinculados a un comportamiento social muy diferente al de los primeros años del siglo recién terminado que generó el desarrollo de las vanguardias artísticas.
De aquella época es Piet Mondrian, quien violenta y transgrede las normas académicas y de quien Waldo Balart dice tener influencias por su idea de un orden exacto en la composición y el uso de colores planos. Lo que nunca imaginó Mondrian, en su momento, fue una paleta de colores fluorescentes.
Con esta ventaja y una desfachatez increíble, nuestro pintor violenta los cánones establecidos de los colores puros. De este atrevimiento resulta una obra donde se disfruta del color, la ruptura y de una manera dinámica de inferir el espacio en movimiento, que parece marcar su producción artística futura.
Por el momento, el artista ha encontrado en el provecho de estos colores una excelente razón para continuar buscando(se). La nota ansiosa e inconforme de su temperamento indagador y vital, nos permite augurar próximos giros de magnitud impredecibles. Está claro que ni en los posibles vericuetos de su trayectoria futura habrá lugar para un estancamiento creativo. Se prepara el escenario para nuevas estridencias cromáticas, inéditos desenfados pictóricos y sorpresas estéticas. Y en este espacio fantástico de insólitas convivencias radican y se proyectan su virtud y mérito.
Waldo Balart no se conoce en los círculos culturales e intelectuales de la Isla ni está en los planes de estudios de la enseñanza superior, pero llegará el momento en que este artista ocupe un lugar destacado dentro de su país, porque en los circuitos internacionales ya tiene su justo lugar.
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