Rafael Consuegra: mundo espiritual
Enfrentarse a la obra de Rafael Consuegra presenta sus disyuntivas, por dos razones fundamentales: una, cómo y dónde ubicarlo desde un punto de vista generacional; la otra, cuál de sus dos vertientes, de salón o la ambiental, debe priorizarse.
Por generación pertenece a la del 80. Se gradúa en el Instituto Superior de Arte (ISA), en 1983, cuando comenzaba a desarrollarse lo que Gerardo Mosquera llamó el Nuevo Arte Cubano. Esa época estuvo caracterizada por el interés grupal. Los artistas que desarrollaron su producción a lo largo de los ochenta se apropiaron de espacios –calles, parques, plazas– que, hasta entonces, no legitimaban el discurso plástico. Consuegra, sin embargo, no participa de la necesidad del trabajo colectivo pero estuvo todo el tiempo conviviendo con aquellos creadores. Desde entonces ha fomentado su propia obra y ello, precisamente, le ha permitido transitar por varias etapas a lo largo de estos años. Por género, se ha movido entre la escultura de salón y la escultura ambiental. En los noventa realizó un importante trabajo en los polos turísticos del país. Estas obras por encargo suelen llevar la impronta y las exigencias del cliente, algo que no sucede en las piezas para salón, donde ha gozado de libertades plenas a la hora de crear. Hablemos, pues, de la escultura de medio y pequeño formato, una producción que inició en 1983. Aunque su obra comienza y se mantiene dentro de la temática religiosa, puede distinguirse en ella un tránsito gradual entre sus etapas. No hay definiciones o límites precisos entre una y otra. En los inicios trabajaba aspectos de los cultos afrocubanos, instalaciones con elementos simbólicos de esas prácticas religiosas, que captaban la síntesis tanto de su filosofía como de sus objetos de representación.A finales de los ochenta, Consuegra comienza a trabajar con los paños, sin duda su etapa más feliz y original, en la que alcanzó la madurez artística. Aunque no hay que encasillarlo necesariamente como un "escultor de paños", lo cierto es que la tela le brindó posibilidades expresivas insospechadas hasta ese momento y se convierte en el material esencial dentro de su estética. Esto da paso a la incorporación de lo católico dentro de su producción. Por el propio carácter sincrético de los cultos afrocubanos, ya el catolicismo estaba presente en sus trabajos. Luego predomina y se hace más marcado su interés por los retablos.
El cambio hacia la preponderancia del tema católico motivó en el propio artista una evidente interiorización de la fe y de ese tipo de devoción que puede llegar al descuido de la propia persona en aras de lo no terrenal. A lo espiritual apunta Rafael Consuegra. Una vez más la religión es reflejada por el arte. Ya no son tiempos de capillas sixtinas, rafaeles o leonardos: el conflicto ahora es más tangible. Consuegra optó por crear sus monjes. La obra resulta así de y para la fe, en sentido general. Va más allá: propone la fe en sí misma, el autoconocimiento. De ahí que sus monjes, siempre meditabundos, parece que buscaran la esencia de la vida. El artista se permite, además, abordar algunos símbolos religiosos y hasta vulnerarlos. En algunas de sus obras, por ejemplo sustituye la cruz o la limita sólo a la mano ensangrentada de Cristo. Es la representación de un símbolo a través de un detalle. Este recurso a su vez crea un nuevo símbolo que el artista emplea como arbitrio de libertad creadora. En ello se aprecia también el intento por adentrarse y disolver las numerosas trabas que interpone la propia herencia, la tradición religiosa. Nuevas posibles interpretaciones. Disquisiciones más cercanas a lo humano, realizadas siempre desde la confianza en los valores de la espiritualidad.
Publicado en: cubaencuentro
Por generación pertenece a la del 80. Se gradúa en el Instituto Superior de Arte (ISA), en 1983, cuando comenzaba a desarrollarse lo que Gerardo Mosquera llamó el Nuevo Arte Cubano. Esa época estuvo caracterizada por el interés grupal. Los artistas que desarrollaron su producción a lo largo de los ochenta se apropiaron de espacios –calles, parques, plazas– que, hasta entonces, no legitimaban el discurso plástico. Consuegra, sin embargo, no participa de la necesidad del trabajo colectivo pero estuvo todo el tiempo conviviendo con aquellos creadores. Desde entonces ha fomentado su propia obra y ello, precisamente, le ha permitido transitar por varias etapas a lo largo de estos años. Por género, se ha movido entre la escultura de salón y la escultura ambiental. En los noventa realizó un importante trabajo en los polos turísticos del país. Estas obras por encargo suelen llevar la impronta y las exigencias del cliente, algo que no sucede en las piezas para salón, donde ha gozado de libertades plenas a la hora de crear. Hablemos, pues, de la escultura de medio y pequeño formato, una producción que inició en 1983. Aunque su obra comienza y se mantiene dentro de la temática religiosa, puede distinguirse en ella un tránsito gradual entre sus etapas. No hay definiciones o límites precisos entre una y otra. En los inicios trabajaba aspectos de los cultos afrocubanos, instalaciones con elementos simbólicos de esas prácticas religiosas, que captaban la síntesis tanto de su filosofía como de sus objetos de representación.A finales de los ochenta, Consuegra comienza a trabajar con los paños, sin duda su etapa más feliz y original, en la que alcanzó la madurez artística. Aunque no hay que encasillarlo necesariamente como un "escultor de paños", lo cierto es que la tela le brindó posibilidades expresivas insospechadas hasta ese momento y se convierte en el material esencial dentro de su estética. Esto da paso a la incorporación de lo católico dentro de su producción. Por el propio carácter sincrético de los cultos afrocubanos, ya el catolicismo estaba presente en sus trabajos. Luego predomina y se hace más marcado su interés por los retablos.
El cambio hacia la preponderancia del tema católico motivó en el propio artista una evidente interiorización de la fe y de ese tipo de devoción que puede llegar al descuido de la propia persona en aras de lo no terrenal. A lo espiritual apunta Rafael Consuegra. Una vez más la religión es reflejada por el arte. Ya no son tiempos de capillas sixtinas, rafaeles o leonardos: el conflicto ahora es más tangible. Consuegra optó por crear sus monjes. La obra resulta así de y para la fe, en sentido general. Va más allá: propone la fe en sí misma, el autoconocimiento. De ahí que sus monjes, siempre meditabundos, parece que buscaran la esencia de la vida. El artista se permite, además, abordar algunos símbolos religiosos y hasta vulnerarlos. En algunas de sus obras, por ejemplo sustituye la cruz o la limita sólo a la mano ensangrentada de Cristo. Es la representación de un símbolo a través de un detalle. Este recurso a su vez crea un nuevo símbolo que el artista emplea como arbitrio de libertad creadora. En ello se aprecia también el intento por adentrarse y disolver las numerosas trabas que interpone la propia herencia, la tradición religiosa. Nuevas posibles interpretaciones. Disquisiciones más cercanas a lo humano, realizadas siempre desde la confianza en los valores de la espiritualidad.
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