Expo. de Wifredo Lam en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterey


                                                            «El Tercer Mundo», 1965 

Admirar la pintura de Wifredo Lam es viajar a un mundo místico donde figuras casi rupestres 
salen del lienzo y se arremolinan en una danza de los sentidos, invocando a dioses milenarios 
de diversas culturas. 

El Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey se complace en traer a su público la obra de 
este genial artista, considerado como uno de los creadores latinoamericanos más importantes 
del siglo XX. 

La muestra, conformada por más de 80 piezas, comprende diversas etapas de su proceso 
creativo, entre las décadas de los años 20 y los 70, en las que la sangre de sus antepasados se 
mezcló con sus vivencias alrededor del mundo para conformar un lenguaje único. 

Los primeros trabajos que se abordan fueron realizados en España, y se caracterizan por 
representar escenas fantásticas, cargadas de un ambiente onírico; tal es el caso de Paisaje de 
las ventas (1926). Tras mudarse a París, tuvo un periodo que estuvo marcado por la estrecha 
amistad que sostuvo con Pablo Picasso, quien lo introdujo a los círculos artísticos más 
relevantes del momento. 

En la siguiente década se puede apreciar una mayor economía de recursos: líneas simples y 
redondeadas por las que se le vinculó a Henri Matisse. Posteriormente adquirió sobriedad y 
esquematismo geométrico, valiéndose de figuras simples para representar a sus personajes. 

A inicios de los 40, Lam se adentró en el surrealismo y tuvo contacto con la poesía de André 
Breton, de quien ilustró el controvertido poema Fata morgana. En esta etapa, sus creaciones 
se centraron en la exploración de temas afrocubanos mediante la luz y colores de dicha 
región. 

Más adelante, su paleta tornó de vibrante a sombría, influenciada quizá por ceremonias vudú 
que el artista presenció en Haití. 

Mediante el estudio de los sistemas gráficos de la cultura Ñañiga, Wifredo Lam comenzó a 
representar a seres conformados por figuras elementales. Sobresalen sus retratos de mujeres, 
representadas sobriamente en una metamorfosis alusiva a la naturaleza y lo animal. 

En los 50, el artista se inclinó por el grabado; litografía y aguafuerte fueron las técnicas de su 
predilección. En MARCO se podrá apreciar El último viaje del buque fantasma (1976), obra en 
la que colaboró con el escritor Gabriel García Márquez en el estudio de la línea que divide y 
vincula a la vez pintura y literatura. 

Por último, se presenta El tercer mundo (1965-66), pieza de gran formato que estremece por 
la intensidad con la que se muestran las condiciones sociales de los países americanos, 
proponiendo a la vez la libertad como forma de vida. 

Es este un cierre perfecto, que resume magistralmente toda una vida buscando representar 
un mundo de creencias, de experiencias místicas que llevan a los seres humanos de vuelta a 
su lado animal, en una búsqueda por una existencia verdaderamente libre. 

MUSEO DE ARTE CONTEMPORÁNEO DE MONTERREY

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